Monreal y 2024
Por activa y por pasiva, Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) del Senado de la República, señala a quien quiera escucharlo que está apuntado para la precandidatura a la Presidencia de la República en 2024.
El único inconveniente es el partido político que lo postule.
Según el parlamentario, mantiene un pacto con Andrés Manuel López Obrador: que, consiste en que, cuando se abra el registro para los aspirantes en Morena, él se presentará a apuntarse.
El problema es qué pasará si el zacatecano no avanza del mero registro.
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Todo mundo sabe que Claudia Sheinbaum es el pan de López Obrador. Le garantiza la mayor de las impunidades cuando se retire a Tabasco, pero ha caído en su popularidad. Y encima, quedó demostrado el año pasado que Monreal sí pudo mover las fichas en la Ciudad de México con el proceso electoral, frente a una jefa de gobierno inmóvil electoralmente.
“Lo que yo estoy haciendo es una aspiración legítima, no una ambición vulgar. Me he preparado para esta posición que intenté inscribirme durante más de 40 años de servidor público”, ha señalado el zacatecano.
Dicen los que saben que seguramente se verán las caras Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal en el proceso electoral de 2024.
Sin embargo, comentan que Sheinbaum podría ir por Morena a la candidatura presidencial o ser relevada por Marcelo Ebrard.
Y de Monreal, quien presentará su programa de gobierno la próxima semana y el viernes cena con empresarios poblanos, se comenta que, si no encuentra acomodo en el partido propiedad de López Obrador, puede moverse sin mayor problema a otro partido político y ahí, hacerse un dolor de cabeza para Sheinbaum o Ebrard, da igual.
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En otras palabras, dos de esos tres personajes podrían llegar a la boleta electoral, pero por partidos políticos distintos.
Y eso, no es poca cosa.
Mientras tanto, el tabasqueño Adán Augusto, secretario de Gobernación, avanza en silencio, midiendo sus pasos.
De las anécdotas que se cuentan
Ha causado notorio revuelo la “contratación” de médicos cubanos por órdenes del presidente Andrés Manuel López Obrador, un tema que se atiende en otra entrega.
Sin embargo, aparece la reconcomía cuando se recuerda a los acompañantes del mandatario mexicano a su gira a aquel país los pasados 7 y 8 de mayo.
Como no podría ser otra forma, estuvo en La Habana el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Adonde las cejas comienzan a arquearse es con la presencia del vocero de López Obrador, Jesús Ramírez Cuevas.
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Sin embargo, algo extraña. Le acompañaron los secretarios de Marina y Defensa Nacional, José Rafael Ojeda Durán y Luis Cresencio Sandoval, respectivamente. Y no estuvieron con él, la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez ni el secretario de Salud, Jorge Alcocer.
Luego entonces, se acuerda contratar médicos cubanos, pero no estuvo el titular de la salud pública, eterno segundón frente a las apariciones de Hugo López Gatell. Y van los encargados de la Defensa, pero no la encargada de los temas de seguridad pública.
La pregunta es ¿a qué podrían ir los secretarios de Defensa y Marina?
Y responden que es clarísima la forma en que la Sedena se ha convertido en el apagafuegos institucional de López Obrador. De la Marina sólo puede decirse que ha resistido humillaciones y maltratos con claro estoicismo.
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Y se apunta que el mensaje es desolador: si no hay desarrollo social ni temas de bienestar en común para ambas naciones, pues resulta más apropiado enviar el mensaje silente de las botas como acompañantes de un mandatario elegido en las urnas, que ansía un Maximato, cueste lo que cueste.
Dado que no hay temas de defensa hemisférica real entre La Habana y México, hacia donde hay que mirar es al control ideológico y a los mensajes cifrados.
A menos que se quiera creer que la sinrazón es la brújula presidencial.
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