La lección de Coronango
Unos policías municipales de Coronango realizaban un rondín en las inmediaciones de Misiones de San Francisco.
No eran ni las dos de la tarde del domingo 15 de mayo y había festejos en distintas viviendas en donde se celebraba a los maestros.
Los agentes estacionaron la unidad e iniciaron un recorrido a pie por la zona. Aprovechando la ausencia de sus ocupantes, un hombre aparentemente en estado de ebriedad, se aproximó a la patrulla e inexplicablemente, tuvo tiempo y oportunidad para lanzar una suerte de coctel Molotov, no en la forma, pero si en el propósito, contra la unidad policiaca.
En segundos, la camioneta comenzó a arder.
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Cuando regresaron los policías, azorados, intentaron apagar el fuego que arrasaba con el interior de su unidad.
Mientras tanto, el agresor tuvo tiempo para alejarse.
Se apunta que los policías esperaban algún tipo de apoyo de los vecinos de la zona que tuvieron oportunidad de observar el incendiario atentado, pero no fue así.
Solo miraban.
Cuando finalmente fue controlado el fuego, la unidad estaba severamente averiada por dentro.
El siniestro como tal, es un tema; sin embargo, lo que es un llamado de atención a las autoridades es la reacción de los vecinos, quienes se dedicaron a observar cómo las llamas acabaron con la patrulla.
El atentado es un indicador del humor de los habitantes de Misiones de San Francisco.
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El levantón y la muerte de tres jóvenes, cuyos cuerpos fueron localizados en Papalotla, estado de Tlaxcala, son un agravio para sus familiares, pero también para la comunidad.
No se descalifica el delito contra la patrulla.
Sin embargo, el hecho es un claro indicador de que la sociedad, con su silencio lanza un grito en contra de la delincuencia y la autoridad que no cumple con el deber para el que fue elegido.
Hay enconos que nacen de la sordera.
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