Ostentación huachicolera

Del reportero

Precisamente el día de la celebración de los primeros tres años de la Cuarta Transformación y de la mitad del mandato de Andrés Manuel López Obrador, con discurso y fiesta en la plancha del zócalo de la Ciudad de México, la violencia huachicol hizo ostentación de su poder y que no tienen límites, cuando de defender sus intereses se trata.

Mientras el gobierno federal presume el combate a la delincuencia organizada, éstos a unos kilómetros de la capital de la República y de la entidad poblana, llevaron a cabo ayer la liberación de nueve presos de la cárcel de Tula, Hidalgo, después de la irrupción de un comando armado en el penal.

Un grupo de individuos llegó a la prisión a bordo de varios vehículos aproximadamente a las 4.00, amagando a los custodios, consiguiendo así la evasión de varios internos. La Fiscalía estatal informó que entre los fugados está José Antonio Maldonado Mejía, alias El Michoacano, cabecilla de un grupo criminal regional, dedicado al huachicol.

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Las autoridades lo habían detenido el viernes. En la operación, el comando estalló tres vehículos-bomba en las inmediaciones del penal.

Tula es sede de una refinería de Petróleos Mexicanos, la más cercana a la Ciudad de México. La red de ductos que entran y salen de sus instalaciones es aprovechado por grupos criminales dedicados al robo de combustible en el mismo municipio y también en otros vecinos, como Tlahuelilpan, donde sucedió la explosión en una toma clandestina en un ducto en enero de 2019, que causó la muerte de 137 personas.

Junto a Guanajuato, el Estado de México y Puebla, Hidalgo es uno de las regiones castigadas por las mafias huachicoleras.

La aparente facilidad con que el grupo de delincuentes armados asaltó ayer la prisión estatal, y las pocas dificultades que enfrentaron en la huida confirma la decadencia del sistema penitenciario en el país.

“Hace año y medio, tres presuntos integrantes del cartel de Sinaloa huyeron con la misma facilidad de una cárcel de Ciudad de México. Entonces, los fugados parece que ni siquiera contaron con ayuda externa. Salieron del penal en camioneta”, citó un reporte de la prensa extranjera.

Ayer, en el caso de Tula no fue tan sencillo, aunque tampoco muy complicado. Unos cuantos hombres armados fueron suficientes para burlar la seguridad de una cárcel estatal.

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La mención de Maldonado Mejía por parte de las autoridades locales no es menor. Presunto integrante del grupo Pueblos Unidos, su irrupción complicó aún más la enredada ecuación criminal del centro de México.

En vídeos publicados en junio y julio, Pueblo Unidos se presentó al público como una especie de grupo de autodefensas, a imagen de los que han surgido en Michoacán o Guerrero en los últimos años, indicando la necesidad de defenderse de las mafias del huachicol.

En sus vídeos de presentación, Pueblos Unidos acusaba a una serie de actores locales vinculados con la política y la policía de investigación de la Fiscalía del Estado de amparar a ladrones de combustible.

En estos meses, Pueblos Unidos también fue acusado precisamente de huachicol. Como suele ocurrir en regiones tomadas por las mafias, como Puebla, Michoacán o Guanajuato, resulta muy difícil saber si sus anuncios tienen algo que ver con la realidad.

A su estilo, los huachicoleros celebraron la política de “abrazos, no balazos” con los que intenta minimizarlos el gobierno federal, que ayer estuvo de fiesta.

 

De las anécdotas que se cuentan

Desde hace años, la DEA se ha enfrascado en la tarea inútil de incrementar su recompensa para quien aporte datos puntuales que lleven a la captura de Nemesio Oseguera, uno de los jefes criminales más poderosos del mundo y que co-fundó al Cártel Jalisco Nueva Generación.

Diez millones de dólares es la suma más reciente que los estadounidenses han puesto sobre la mesa para, según ellos, estimular que alguien diga adonde se esconde este personaje.

Los malosos se preguntan si diez millones de dólares son suficiente dinero para cambiar de vida y de rostro para esconderse en algún lugar del mundo, a efecto de no ser alcanzado por la furia vengadora de Nemesio Oseguera, contra aquel que lo delate. Pero, en fin.

Consultando a los expertos, éstos coinciden en un detalle con los agentes de la DEA. Nemesio Oseguera no vive rodeado de lujos, bebiendo champán frente a mujeres voluptuosas en una mansión extravagante de Zapopan.

Más bien, se encuentra en lo más remoto de alguna zona montañosa de Michoacán o Jalisco, tal vez Colima. Viviendo rodeado de sus leales y con severas dificultades para ser atendido por un médico competente, dadas las distintas enfermedades que padece.

Los expertos apuntan que Nemesio Oseguera sabe que su tiempo está caducando, pero no por los diez millones de dólares que la DEA anda ofreciendo por su cabeza, sino porque está enfermo y los recursos para conseguir el tratamiento adecuado en una zona boscosa, no alcanzan para cumplir su propósito.

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Ser dializado en algún punto al que ni siquiera llega la señal celular, debe ser un enorme problema. La prensa de Jalisco mencionó que Oseguera había construido un hospital para atenderse ahí, pero la especie no resiste el menor análisis.

Mientras el tiempo transcurre, Oseguera sigue su juego y la DEA no alcanza a descifrarlo.

El crimen organizado y los criminales mexicanos siguen aquí.

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*ARD