El decenio de Kim Jong-un en Corea del Norte
El presidente norcoreano, Kim Jong-un, cumple 10 años en el poder con un fuerte control sobre el país, donde impulsa un proyecto nuclear ambicioso, pero con una economía débil y frente a las puertas de una crisis alimentaria.
Kim Jong-un, nieto del “padre fundador” de Corea del Norte, era casi un completo desconocido, solo se sabía que vivió en su adolescencia en Suiza. A sus 27 años fue nombrado el “Gran Sucesor” tras la muerte de su padre y líder supremo norcoreano, Kim Jong-il.
Sin experiencia gubernamental tomó a la nación más hermética del mundo y muchos consideraron que sería un títere en manos de hombres más experimentados, como su tío el vicepresidente Jang Song-thaek, o que no duraría mucho en el poder.
Una década más tarde, Kim Jong-un ha demostrado ser mucho más que un simple personaje que heredó el poder. El tercer líder supremo de la dinastía Kim aún dirige con firmeza su país, con su particular sello de identidad: afectuoso cuando quiere, impío cuando se necesita.
Con este estilo, Corea del Norte ha conseguido completar su programa nuclear y se encuentra fuertemente armado. Asimismo, ha fortalecido aún más sus lazos con China gracias a las ideologías compartidas y por ser uno de los principales receptores de los productos chinos.
No obstante, el desarrollo nuclear ha lidiado con un fuerte obstáculo: las sanciones económicas de Estados Unidos. Pese a todo, el régimen norcoreano reta a Washington con sus pruebas de misiles, implementando el hard power (poder duro) para influir en el concierto internacional.
Actualmente, la precaria economía norcoreana no pudo sostener el peso de los castigos estadounidenses y las medidas sanitarias de la pandemia causada por el covid-19. La pandemia hizo que el país mantenga sus fronteras completamente cerradas desde hace casi dos años.
¿Cuál es el pronóstico de Kim Jong-un en Corea del Norte?
Pese a los obstáculos, es improbable que Kim Jong-un cambie su estilo de gobernanza o vire su visión en el futuro. El líder norcoreano considera el programa nuclear el seguro de vida de su régimen, que le protege de ataques del exterior.
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El dictador norcoreano considera que si se deshace de él podría acabar como Sadam Husein o Muamar el Gadafi. Por lo tanto, continuarán las medidas internacionales, pero sobre todo las duras puniciones económicas de Estados Unidos con el objetivo de asfixiar al régimen de Kim Jong-un.
Tampoco hay indicios de que vayan a relajarse las medidas sanitarias contra la pandemia, ya que le brinda la oportunidad de continuar con el control social y las medidas para evitar el “cáncer vicioso” de la cultura extranjera.
Pero, la decisión del régimen de mantener todo contacto con el exterior bloqueado ha exacerbado la escasez de suministros esenciales y dinero en efectivo, perjudicando a las personas más vulnerables del país mientras se atrincheran para la época más fría del año en Corea del Norte.
La ausencia de importaciones ha afectado de manera específica a la agricultura, puesto que la falta de fertilizantes y materiales agrícolas, como el vinil para cubrir los cultivos, ha provocado una cosecha total inferior a lo previsto.
Esto ha provocado la escasez y el aumento en el precio del arroz (elemento esencial de la gastronomía norcoreana), poniendo en aprietos la seguridad alimentaria de la población. Con el surgimiento de la nueva variante del coronavirus, Ómicron, y la falta de vacunas, es posible que Corea del Norte no reanude el comercio con Pekín, poniendo en peligro a su sociedad con una crisis alimentaria.
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