Merinos, Tepeacas y González
Tiempo ha, recorrí largamente el “Triángulo Rojo” y me llamaba la atención el caso particular de Tepeaca, nodo de Pedro “El Perico”, uno de los barones territoriales más importantes de esa demarcación, para efectos del robo de combustible.
Cuando comenzó el horror de la pandemia, pregunté a los amigos de la zona por el comportamiento de los habitantes. La respuesta fue clara: el alcalde apenas y señala robóticamente que su gobernador es la consagración de los Hombres Ilustres en una sola persona, pero “El Perico” está repartiendo despensas a diestra y siniestra.
Me mandaron fotos: afuera del bar propiedad de este personaje, se formaban docenas de personas, quienes eran atendidas por personal del antro y se repartía a discreción las despensas que alimentaron a no pocas familias en Tepeaca.
Con el tiempo, supe que “El Perico” pagaba cuentas hospitalarias, ataúdes, medicamentos. Este hombre es un delincuente de la vieja guardia, que sabe con nitidez que puede pelearse con cualquiera, pero jamás con su base social.
Viene a cuento este caso, para señalar la importancia que este ilícito tiene en el estado de Puebla: el robo de combustible no solo es un delito, sino una forma de vida claramente aceptada por la sociedad.
Así como en Durango algunos integrantes del Cártel de Sinaloa me saludaban diciendo que se dedicaban a la agricultura o a la construcción, en Puebla la actividad del huachicol pasa por distintas ocupaciones: “industrial”, “comerciante”, “transportista”, “tengo mis negocios” y un largo etcétera.
En el caso de Santa María Xonacatepec, robar combustible es una práctica poderosamente arraigada entre la población. Docenas de familias viven de esa actividad, aún sin proponérselo, por la elemental razón de que, si el dinero que circula ahí es el del gas LP, no importa a qué se dedique cada quien: la microeconomía hace lo suyo.
Por caminos que llevan a San Miguel Espejo, se ven con cierta frecuencia a unidades atiborradas de combustible, pero también a cuerpos con tiro de gracia y narcomensaje. El delito de alto impacto es usual; sin embargo, me alarma la cantidad de mujeres vejadas y golpeadas en la zona.
Hace tiempo, un funcionario me preguntaba por esos casos. Mi respuesta no dejó demasiado espacio para su optimismo: las mujeres en territorios así, saben que la policía jamás llegará en su auxilio. Si los guardias no llegan a enfrentar criminales, difícilmente entrarán por llamados de violencia intrafamiliar.
A escasos 11 kilómetros de la Angelópolis, Santa María Xonacatepec forma parte de las primeras estribaciones de la Malintzi, un territorio dominado puntualmente por el crimen organizado. Y le hacen compañía fáctica, La Resurrección, San Jerónimo Caleras, San Pablo Xochimehuacán y San Sebastián de Aparicio.
Revisando los archivos, cuento al menos 50 colonias atractivas para extraer combustible en la zona y caminando por ahí, no tengo la menor duda que del crimen al cinismo solo hay un paso: veo camiones cisterna para gas LP, clonados de todas las marcas imaginables. Desde unidades rotuladas “Velagas” hasta “Maravilla” y membretes que ni conozco.
En tales territorios, alejados por completo de autoridades municipales y estatales, se han dado encontronazos entre distintas organizaciones criminales, sobresaliendo tres: “Los Merino”, “Los Tepeaca” y un convidado reciente, “Los González”.
“Los Merino” combinan el robo de gas LP con el de cualquier mercancía que se mueva en transportes que anuncien notables cantidades de lo que sea: el volumen permite que las ganancias sean mayores, sin importar gran cosa de qué se trate.
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Organizaciones como “Los Merino” acusan recibo de una obviedad: si suben los operativos para frenar el robo de gas LP, ellos incrementan el robo de mercancías. En la misma lógica, aumentan las dádivas a policías municipales, estatales y elementos de Guardia Nacional, a efecto de que les avisen con tiempo y les dejan por ahí, algunos miles de litros robados para el decomiso y la foto correspondiente, pero no más.
El robo a casa habitación es un problema, de la misma manera que el de autopartes. Los delincuentes no reducen el calor de la plaza; claramente no les preocupa que la población, además de ser agredida todo el tiempo, se mantenga en una zozobra que no se aguanta.
En ese sentido, “Los Merino” y “Los Tepeacas” se mueven a sus anchas por la zona más violenta de Puebla Capital: el nororiente. Hasta hace muy poco comenzaron a ser sujetos de cierta persecución por las policías poblanas, pero poco les preocupa a aquellos.
No deja de llamar la atención que los militares y la Fiscalía General de la República se mantengan a prudente distancia. Cuando hay sangre en las calles, apenas y se ve a la Guardia Nacional, “haciendo presencia”, que es un término empleado en el ambiente para señalar pequeños desfiles por calles y brechas.
En todos los casos, las pandillas mencionadas atacan un día sí y otro también al personal de Seguridad Física de PEMEX. También agreden a personal ministerial y para ello cuentan con tres ventajas competitivas: conocen molecularmente el terreno; la población de la zona jamás los delatará y reparten embutes a mansalva.
Básicamente con el gas LP ocurre lo mismo que con los teléfonos celulares robados en distintas calles de Puebla Capital: el teléfono que fue arrebatado en algún microbús, será debidamente acondicionado y puesto a la venta, habida cuenta que el comprador sabe que es un producto robado. El cinismo exacerba cualquier delito.
Pregunto a los amigos de Inteligencia Naval y me dicen que en las Juntas Auxiliares, no menos de 500 pipas con combustible robado se mueven todos los días, cantidad suficiente para comprar conciencias y donar dinero a campañas políticas.
“Los Merino” y “Los Tepeacas” no tienen empacho en enfrentarse entre ellos, ahora con la participación de “Los González”. No dudan en matarse mutuamente y menos aún, en quemar pipas de sus contras. La madrugada es la hora de la chamba. Y como no podría ser de otra forma, los rencores llegan a Amozoc, territorio seguro para cualquier delincuente.
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En Amozoc, todo es felicidad porque la impunidad se compra y se vende. Ahí está Chachapa, lugar adonde lo mismo se encontraron fosas clandestinas que alguna vez fueron propiedad de “El Grillo” que territorio al que “Los Tepeacas” han ido a recoger sus muertos o donde CJNG tiene casas de seguridad que han sido cateadas por elementos de la CONASE.
“Los Tepeacas” se saben gozosos por la luz que el mundo les ofrece, no solo en Amozoc sino en la autopista Puebla-Orizaba. Ahí tienen franquiciada una parte para robar y cobrar piso, aunque tampoco les desagrada el secuestro. Sus intereses llegan a San Martín Texmelucan y como no podría ser de otra forma, a Tepeaca.
Ahora son estas tres pandillas las que encuentran eco mediático por sus matanzas, como en su momento fue turno de Óscar “El Loco” Téllez, auténtico señor feudal en ciertos tramos de la sierra norte, que sigue dirigiendo sus negocios desde prisión. Los amigos me dicen que en su auge, el aludido llegó a administrar casi 1 mil 800 tomas clandestinas.
La comicidad de la maquinaria penal es evidente: se inventa un enemigo público que no puede estar un segundo más en libertad, con la evidente consigna de ocultar a otros peores y de paso ganarse unos aplausos del respetable.
Para variar, la enseñanza de “El Loco Téllez” no ha sido entendida por los personeros del gobierno estatal y del municipio de Puebla: los grupos criminales que se dedican al trasiego de combustible, no desdeñan al cobro de piso, el narcomenudeo y el robo a transportista.
En ese sentido, el robo de combustible conecta a otros rubros delictivos: ahí están los casos de huachicoleros que lo mismo tienen que ver con narcóticos que con trata de personas o tráfico de indocumentados en Cuautlancingo, Huejotzingo, San Martin Texmelucan o Xoxtla y una notable porción de la sierra norte, con sedes en Ahuazotepec, Huauchinango, Jalpan, Venustiano Carranza y Xicotepec
Los delitos del fuero federal a los que tanto alude Eduardo Rivera para escabullirse, no están tan lejanos de aquellos que el gobernador Céspedes alguna vez escurrió como en el caso de Amozoc, cuando un comando reventó un antro y señaló que era un tema de normatividad comercial.
Lo diré de otra forma: un criminal que roba gas LP en Xonacatepec, puede secuestrar en Tepeaca, tirar cadáveres en Amozoc y distribuir narcóticos en Puebla Capital. Los delitos de alto impacto no tienen motivo alguno para ser excluyentes entre sí.
Si estos dos personajes jalaran los hilos del robo de gas LP y del huachicol, se encontrarán al tráfico de indocumentados, al narcomenudeo y al cobro de piso en por lo menos, media docena de municipios. Esto debería ser suficiente como para que se pusieran a trabajar porque son delitos de lo federal y lo común, e insisto: son un tema de seguridad interior.
A menos claro, que el huachicol haya alcanzado territorios inconfesables en las estribaciones del 2024, no las de la Malintzi. Hay pipas que además de combustible, trasiegan complicidades, cinismo y silencio.
*ARD