De pandemia a endemia
Mientras hoy, estados como Puebla, se debaten en la discusión de la corrupción en sus penales y los intereses que están en juego en las cárceles mexicanas, a partir de la introducción de un cadáver al Cereso de San Miguel y que obliga a cambios drásticos en el sistema penitenciario, hay asuntos de salud pública que dejamos a un lado y la actual pandemia no es algo menor que se deba ignorar.
No son pocos los expertos en todo el mundo que lo han dicho: el Covid-19 tiene toda la pinta para hacerse endémico en distintas regiones y México tiene el perfil para ganar la rifa del tigre.
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Dicen los que saben que una enfermedad infecciosa endémica se mantiene activa en forma cíclica en una región geográfica específica y su presencia depende de factores internos y externos.
Entre los primeros, destaca su virulencia, las mutaciones que se muestran resistentes a los fármacos y claro está, la susceptibilidad de las personas que habitan esa región. Por su parte, los externos se inscriben en el clima predominante, el propio cambio climático y la existencia de vectores; es decir, de agentes que transmiten la enfermedad.
El paludismo y el cólera pueden entenderse como endémicas y hay quien dice que ciertas clases de influenza también lo son. El dengue es otro ejemplo importante y hay quien señala que la hepatitis B y C podrían caber en esta hipótesis.
No está de más decir que, nuestra tozudez a reunirnos sin control y a mal usar el cubrebocas nos hacen los vectores por antonomasia de este padecimiento.
Así, se dice que México tiene las características para hacer endémico al Covid-19. En pocas palabras, el virus estará en auge o ascenso en ciertos meses; posteriormente, descenderá, luego quedará en meseta y así, una y otra vez por un largo tiempo.
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Hay docenas de enfermedades que son endémicas y se han logrado controlar con férreos programas de vacunación y cambios positivos de hábitos.
Justamente, el paludismo es un claro ejemplo de éxito a largo plazo.
En el caso del Covid-19, no solo es comprar cubrebocas, sino desaprendernos de aquello que nos puede contagiar y contagiar a otros.
De las anécdotas que se cuentan
Hay ocasiones en las que la desesperación por resolver un problema termina por generar medidas que solo ponen en duda el sentido de emprender tales propuestas de solución.
El tema es la escalada violenta contra las mujeres en buena parte del país, en donde lo mismo son víctimas de feminicidio que de abuso sexual y de una plaga de delitos cometidos en su contra, sumergiendo a México en una crisis sin precedentes.
Hace poco la legisladora federal panista Kathia Bolio, propuso modificar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV) y la Ley General de Víctimas (LGV) y a partir de ello, lograr que la expedición de órdenes de protección en favor de víctimas o posibles víctimas, duren el tiempo que sea necesario hasta que cese la situación de riesgo para la víctima y deberán expedirse de manera inmediata en el momento que se tenga conocimiento de los hechos que las generan.
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Según Bolio, la autoridad que emitió tal orden mantendrá contacto directo y constante con la víctima de violencia cada 12 horas. Y complementó su sugerencia con la producción de un dispositivo en forma de reloj al que denominó “Pulso de Vida”, que contará con un botón de pánico, un geolocalizador y un micrófono para estar en comunicación con la policía.
Consultando con los expertos, estos se preguntaron si en México existe el número de policías y patrullas suficiente para atender esas emergencias; si el “Pulso de vida” podrá ser atendido en la realidad, por las autoridades. Y, si habrá personal suficiente para atender el contacto con la víctima, en forma directa y constante, cada 12 horas.
Apuntan, los que saben, a que, los artilugios propuestos van a producir un cuello de botella aún mayor, sin obtener grandes resultados.
El motivo es que la generación de violencia contra las mujeres no se detiene con relojes sino con la certeza de que, si alguien comete un crimen, será castigado sin contemplaciones, por más influyente que sea.
Ése es el nervio del problema y de la solución.
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*ARD