Lo que el ducto se llevó

Del reportero

La prensa local reaccionó con una frase, respecto a la detención de José Agustín N., uno de los responsables, o el mayor responsable, de la explosión en San Pablo Xochimehuacán, que mató a cinco personas, dejó una docena de heridas y pérdidas multimillonarias en un centenar de viviendas: “Es el verdadero líder huachigasero”.

Así, de la nada, por arte de magia se supo de manera inequívoca que José Agustín es el auténtico jefe de la mafia criminal del gas LP en esa zona de la capital poblana.

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No hay asomo de duda en afirmar que ese hombre es el todopoderoso de esa actividad ilícita.

De un plumazo, José Agustín fue ajusticiado en los medios con frases como: “es el jefe de Ricardo N, ‘El Callo’”, “es el cerebro de toda la operación de robo de gas en aquella zona de la ciudad” y, “es el dueño de las pipas con las que distribuían el gas robado”.

En tres meses, la investigación señala a un personaje único, solo, capaz de mover un emporio criminal de millones de pesos y, además, era el responsable de toda la cadena de producción del delito: saquear los ductos, transportar el gas a las pipas y luego, vender su mercancía.

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Prodigioso, José Agustín no tranzaba con nadie.

No negociaba con autoridad alguna.

No operaba para que esa industria caminara sin zozobras.

Era invisible y ubicuo.

José Agustín supo que “El Callo” era el propietario del terreno en Avenida del Ferrocarril y calle Gasoducto y a cambio de sumas estratosféricas, lo convenció para producir un ilícito que nadie más vio, que nadie olió, del que nadie se enteró.

Como acostumbran, dicen los sospechosistas que alguien tiene prisa por tapiar el tema y dejar que no haya perturbaciones para los políticos y funcionarios que miraron a otro lado, permitiendo que operen individuos como José Agustín, porque, el negocio, aunque lo nieguen, sigue en esa junta auxiliar y en otras de la capital poblana.

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Habrá otras tragedias y otros presuntos delincuentes con su dosis inclemente de víctimas. Al tiempo.

 

De las anécdotas que se cuentan

La experiencia de 2021 marca que el Covid-19 no solo ha dejado una estela de muertos y pérdidas patrimoniales incalculables, también esté dejando una gran cantidad de delitos sexuales en el camino, potenciados por el confinamiento.

La Fiscalía General del Estado de Puebla identificó que, las agresiones sexuales se incrementaron en un 17.7 por ciento: de 1 mil 755 delitos en 2020 a 2 mil 067 en 2021.

Las leyes locales señalan como delitos sexuales: el abuso sexual, acoso sexual, estupro, delitos contra la intimidad sexual, hostigamiento sexual, así como la violación simple y equiparada.

De por sí los datos son alarmantes, pero habrá que agregar la cifra negra que representa numéricamente, el número de casos-delito que no fueron informados a la autoridad.

La cifra negra es relevante, no solo porque da una idea de la verdadera cantidad de delitos cometidos en un rubro delictivo, sino que permite establecer la confianza que los ciudadanos tienen en la autoridad, tanto en su capacidad para investigar como para proteger a las víctimas de un delito específico.

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Pues, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI en su edición de diciembre de 2020, señaló que, entre julio y diciembre de 2020 el 98.6 por ciento de los casos de violencia sexual que sufrieron las mujeres mayores de 18 años no fueron denunciados o no se inició una investigación.

A finales de 2021, la OCDE informó que, por cada mil casos de abuso sexual cometidos contra menores en el país, solo 100 se denunciaron y de estos, únicamente uno llegó ante un juez. Estos son los datos de la ignominia en la que nos hemos acostumbrado a vivir.

El confinamiento salva vidas, pero el silencio, no, porque es cómplice de un delito.

fcrisanto00@yahoo.com.mx

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*ARD