“No podemos resolver nuestros problemas
con el mismo pensamiento que usamos
cuando los creamos.”
Albert Einstein
Parafraseando la frase que hiciera famosa Bill Clinton (es la economía, estúpido), hoy me atrevo a decir que la Inteligencia Artificial y las redes sociales serán los grandes temas de debate, de control, de regulación, de uso y de abuso en los próximos años.
Si algo ocupó todos los reflectores este 2023 fue el avance en el desarrollo de la Inteligencia Artificial y no porque otros temas no acapararan, por momentos, la agenda mediática o de preocupación real sobre el futuro de la humanidad, es solo que a la invasión de Rusia a Ucrania o la guerra provocada en Medio Oriente por los ataques terroristas de Hamás a territorio israelí, se sumaron nuevos elementos potencialmente peligrosos y de los que aún desconocemos todas sus implicaciones.
En cuanto a la Inteligencia Artificial se refiere, hay tres posturas muy claras: la apocalíptica, la moderada y la optimista. Los apocalípticos auguran que la IA significará el fin de la raza humana o la sujeción de nuestra especie a los robots bajo el argumento de que nuestra “lenta evolución biológica” nos hará incapaces de competir con ella y nos colocará en un estado de absoluta vulnerabilidad; los moderados, por su parte, creen que en tanto el desarrollo de la IA se enfoque en el beneficio humano más que en la carrera tecnológica, su potencial como amenaza será menor; y, finalmente, los optimistas la consideran una herramienta poderosa para mejorar significativamente nuestra calidad de vida.
A mi parecer, las tres posturas tienen bastante de cierto y la balanza tenderá a inclinarse hacia una u otra en función de las reglas y normas que establezca la comunidad internacional, a partir de las bases morales y éticas que limiten su funcionamiento y alcance. Y esto debe impulsarse a partir de un acuerdo global, de otra manera, su condición de amenaza seguirá incrementándose dada la posibilidad de que sus desarrolladores muden sus trabajos e investigaciones a los países que no sean parte de este. Es de destacarse que varios países en todo el mundo mantienen ya discusiones internas y regionales al respecto, teniendo la Unión Europea la posición más restrictiva.
Un ejemplo de ello logrado a partir de la presión social para limitar su capacidad destructora la vimos en la huelga impulsada este año y por varios meses en Estados Unidos por el Sindicato de Actores de la Pantalla-Federación Estadounidense de Artistas de Televisión y Radio (SAG-AFTRA), la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) y el Sindicato de Guionistas de América, ante el temor de ser sustituidos por esta.
Ahora bien, paradójicamente también el desarrollo de la “idiotez artificial” avanzó a pasos agigantados y es que, cada vez más, somos testigos de la influencia de los algoritmos de las redes sociales, de su contenido banal, de las fake news, de la desinformación y en general, de su capacidad para generar autómatas carentes de pensamiento crítico.
La adicción que genera estar conectados al mundo a través de la virtualidad, pero desconectados de la realidad se vuelve cada vez más un instrumento de manipulación en todas las áreas, incluyendo la política y su consecuente impacto en las democracias.
Tenemos entonces que, particularmente los populismos autocráticos, están haciendo uso de las redes sociales y de la IA como armas para incentivar la polarización, coordinar campañas de odio hacia sus detractores y acallar voces contrarias a sus acciones totalitarias, enaltecer su imagen, manipular electorados y sabotear elecciones, justificar sus ataques a las instituciones republicanas y, en general, minar todo espíritu democrático en su carrera por la concentración y acumulación del poder.
Sumado a ello, China ha incentivado la cooperación digital con gobiernos autócratas con el fin de generar una gran base de datos con el uso de IA que permita acceder a la información personal de los usuarios de redes sociales lo que representa un enorme peligro para sus ciudadanos.
La buena noticia es que la sociedad civil también ha hecho uso de las redes sociales en la defensa de los derechos humanos y la movilización social no solo para esos fines sino, incluso, para mantener la independencia de sus instituciones democráticas.
Sin lugar a duda, el desarrollo tecnológico moldea hoy la democracia de maneras sin precedentes y, en este sentido, debemos aprovechar su capacidad para fortalecer la participación ciudadana.
Concluyendo, es urgente la intervención de la gobernanza mundial en el establecimiento de un marco normativo acorde a la Cuarta Revolución Industrial por la que hoy transitamos que garantice un equilibrio entre la innovación, la protección de los valores democráticos, los derechos fundamentales y el bienestar colectivo.