El 22 de agosto de este año, un motociclista, hombre ya maduro, se desvaneció mientras conducía su unidad sobre avenida Tlalpan, a la altura de General Anaya en la Ciudad de México. Los paramédicos diagnosticaron infarto fulminante.
Recordé el evento porque el pasado 9 de diciembre en Puebla Capital, una persona murió exactamente por la misma causa adentro de un OXXO en la colonia Santiago. Bajo la lógica de que más de tres hechos idénticos no son casualidad, investigué en los medios electrónicos poblanos y aparecieron otras cosas.
En minutos encontré 22 muertes ocurridas bajo las mismas condiciones. El patrón es puntual: mayoritariamente hombres, entre 60 y 80 años, haciendo algún ejercicio moderado; entiéndase no practicando la maratón sino caminando.
Apenas en 3 casos se dio que la persona fallecida estaba teniendo sexo en algún motel y 2 más, tomando un baño de vapor. Los demás, literalmente estaban caminando. Lo anterior señala al menos 22 casos entre enero y lo que va de diciembre de 2023.
Casi todos los medios locales han tomado con mucha seriedad el asunto: “Se le paró”, “Final feliz” y otras estulticias por el estilo. No se han percatado que si 22 personas mueren como tocadas por un rayo, tal vez habrá que dejar la puerilidad para mejor ocasión e investigar.
Puede tener cierta lógica morir teniendo sexo, bajo una condición cardiaca y siendo mayor de 60 años. Empero, tal mecanismo de muerte justificaría 3 casos, no 22. Y si se agrega lo de los baños de vapor, no se justificarían 17.
Algo no está bien. El caer muerto fulminado por un infarto lleva suficientes casos como para que alguien en el gobierno estatal y municipal de Puebla estuviera investigando, pero como es de entenderse, no es suficientemente importante para ambos niveles de gobierno.
Preguntando, hay un punto en el aire: el COVID-19. Antes de 2022, tantas personas no caían muertas, tocadas por un rayo, caminando por la calle, con la frecuencia que se está contemplando ahora. El virus de Wuhan algo dejó y es claramente silencioso.
Le dejo una sugerencia: si usted tiene más de 60 años, no le vendría mal ir al cardiólogo y hacerse un examen un poco más completo que tomarse la presión arterial, aunque no se sienta enfermo. Queda el dato.
*IC