Jorge César, un muchacho de escasos 21 años, fue uno de los caídos en la balacera ocurrida en el Mercado Morelos, concretamente en las oficinas de dicho recinto, el 31 de octubre.
En estos tiempos de descomposición social acelerada, Jorge César ya acumulaba alguna experiencia a su corta edad. Antes de los 18 años ya andaba en la vida loca, particularmente interesado en el narcomenudeo, las amenazas y el cobro de piso.
A este delincuente lo apodaban “El Huevo” y formaba parte del amplio ejército que alguna vez lideró Christian Romero, “El Grillo”. Más allá de las cifras absurdas que proporciona la autoridad, al estudiar las células del grupo que fundó Romero, estimo que, en sus épocas de auge no tuvo menos de 300 colaboradores, distribuidos en distintas zonas de Puebla capital.
La ejecución de “El Huevo” señala un rumbo ominoso: si un muchacho de 21 años es uno de los cuadros relevantes de una célula criminal, es porque dicho organismo está en franco declive y de ahí que se busque a jóvenes inexpertos pero fieros. Se trata de una decisión desesperada por parte de quien no encuentra cuadros más competentes para contratar.
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“El Huevo” y sus colegas se apersonaron de nueva cuenta en el Mercado Morelos para tomar lo que consideraban suyo. Algo no funcionó muy bien que digamos si se considera que de su llegada, a que fuera arrasado por los sicarios de “El Gabo”, no habían pasado ni 24 horas.
Tiempo antes, nuestro personaje había sido detenido en la colonia Naciones Unidas, un territorio que alguna vez fue señorío de “El Grillo”. El motivo de su detención fue narcomenudeo y traía un poco de todo: Cristal, Heroína y Cocaína.
Justamente por su fiereza, “El Huevo” fue creciendo en el ánimo de un hombre muy cercano a los gerentes de la organización: Rafael “El Costras”, quien fue capturado el 3 de noviembre del 2020 y con un alud de homicidios en su contra.
Envalentonado, sintiéndose invencible, “El Huevo” y su inverosímil juventud se acercaban a los comerciantes del Mercado Morelos: los insultaba, les pegaba, los jaloneaba, asumiendo que él no podría hacer mucho frente a comerciantes mayores que él, pero como la cobardía y la ventaja numérica son esenciales para el cobro de piso, aquel personaje se mostraba como señor de los pasillos, dueño de vidas y locales.
Uno de sus apoyadores, “El Costras”, sí tenía un palmarés intimidante: bueno para los encontronazos, aquel hombre debía no menos de 18 muertes, tanto por cobro de piso como por ejecuciones y pleitos contra aquellos que intentaban ingresar a sus dominios.
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Como lo he comentado en distintos medios, “El Grillo” se empoderó en buena parte por haber sido fichado por un político poblano que le vio madera para dos actividades: acarrear gente para los eventos de su partido político y, obtener un porcentaje de los ingresos que aquel regordete personaje le entregara a cambio de protección institucional.
Preguntando, el político poblano había recibido estupendas referencias de “El Grillo”: tenía capacidad para combinar el proselitismo con el plomo y era evidente que le encantaban los reflectores. Cuando el delincuente del Mercado Morelos cayó en desgracia, el político se hizo de lado para no perder sus aspiraciones a la gubernatura de Puebla.
La decisión del político fue pragmática: han sido docenas de personajes las que ha abandonado en el camino. Verborréico hasta la compulsión, el aspirante a estadista y dotado mitómano dispuso que dos abogados se pusieran al servicio de Christian Romero, pero tales profesionistas se hicieron de lado conforme el paso del tiempo.
Uno de esos expertos en derecho se fue a probar suerte junto a su jefe a la Ciudad de México y juntos se les ve en X e Instagram, departiendo alegremente en alguna cafetería, enviando mensajes de unidad y alegría en tiempos electorales, al tiempo que el otro jurisconsulto optó por seguir trabajando en Puebla, pero ahora del lado de quien fue esposa de Romero. Tiempo después, se separaron.
He estudiado por años su personalidad y no puedo ocultar cierta lástima por “El Grillo”: ansioso de reconocimiento, sádico y maníaco, nunca se enteró que sería abandonado por todos, apenas comenzaran los problemas. Aquella pierna hecha añicos por una herida mal atendida, lo puso al límite de su paciencia y sensatez.
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Zambada, Ebrard y MilgramPues, todos estos antecedentes sirven para entender la lógica que seguía “El Costras”: él también operaba las atrocidades que combinan elecciones y sangre. Supongo que también pensaba que si “El Grillo” podría ser un líder popular, él mismo podría lograrlo.
En tales condiciones, actuó sin titubeos en las elecciones de 2018 en Puebla. Les pasó por encima a cuatro personas y dejó sus cuerpos adentro de un vehículo en el Outlet, paralelo a la autopista México-Puebla. Esa misión le pondría una diana en la frente, no por las cuatro vidas que borró sino por la afrenta que representó para el orate que ganó esas elecciones.
Los merecimientos de “El Costras”, para aspirar a dirigir las operaciones de “El Grillo” fueron evidentes: dos hombres ejecutados afuera de un Oxxo en Bosques de Manzanilla; los disparos contra policías estatales en el Mercado Morelos durante un baile sonidero; la ejecución de un policía estatal que terminó junto a siete cadáveres más, en Amozoc; la preparación de la mega fosa clandestina del Mercado Morelos, en fin.
“El Costras” tuvo un rato la responsabilidad de cobrar el piso en el Mercado Morelos y otros puntos cercanos. De esos lodos aprendió “El Huevo”, a vivir expoliando gente. Silvia Carolina, ahora viuda de Christian Romero, vio como aquellos dos avanzaban a distintas velocidades y con talentos complementarios.
“El Costras” era el ejemplo de la superación personal: de merodeador de autos a líder delictivo, pasando por un sinnúmero de actividades, demostrando que la vocación para el caos es más importante que el caos mismo. De su didáctica egresaron personajes como Irwin “El Choco”, un eficaz cobrador de piso, aunque también siguieron sus pasos “El Pichón”, “El Giovas” y “El Víctor”.
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El caso de Santa Margarita señaló que “El Grillo” se sentía imbatible, dado que mandó a matar a “Nachito”, en pleno baile, en una mezcla un tanto extraña de deslealtad y desplantes de mando. El mensaje llegó hasta Amozoc, adonde después moriría Fernando, hermano de aquel que decidía la muerte de propios y extraños como quien respira.
El 31 de octubre dejó ver que Silvia Carolina cree que podrá recuperar su recinto. Lleva la escuela de su exesposo, pavimentada con traiciones. Los atentados en la colonia Azteca no los decodificó debidamente. Cree que porque el Cártel de Tepito le aporta ropa y perfumes clonados para ocultar su mercancía en Puebla, hay lealtad, pero en la historia de la organización fundada por Pancho Cayagua, no hay algo que lo confirme.
Es de entenderse que vendrán nuevos terremotos, particularmente cantados en la Zona de La Bola, en Carril de la Rosa y 42 Norte, al igual que en Santa María Xonacatepec.
Lo que los poblanos están viendo en tiempo real es la erradicación calle por calle de un proyecto político y criminal que dominó a buena parte de su ciudad, por años. Esto, de ninguna manera significa que vencerán los buenos; todo lo contrario: se avizora el arribo de un grupo que está alineado con aquellos que creen que arrasarán en 2024.
Como Diderot, Puebla aún puede elegir las cadenas que le sujetarán los próximos seis años. Mientras la entidad colige, nuevos grillos se incuban. Es la acechanza de los nuevos tiempos.