Colosio, no es del PRI

Del reportero

“Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso (...) yo veo un México con hambre y sed de justicia”, fueron las palabras que pronunció Luis Donaldo Colosio Murrieta en el aniversario de su partido el 6 de marzo de 1994, cuando ya era candidato presidencial.

Esas mismas palabras retumbaron en Los Pinos y su relación con la cúpula salinista no volvió a ser la misma, por lo que siempre se sospechó que la orden de ejecutarlo salió de un despacho contiguo al presidencial.

Colosio Murrieta no mintió y asumía lo que afirmó, desde ese momento se estaba alejando del principio priista de obediencia ciega a los dictados presidenciales.

México vivía una guerra contra los zapatistas en Chiapas, era un reclamo de “hambre y sed de justicia”, que sumaba una deuda histórica con los pueblos originarios, que aún prevalece.

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El pasado miércoles 23 de marzo se cumplieron 28 años del magnicidio que cimbró al país y al viejo Sistema Político Mexicano, que seis años después vivió la alternancia con la llegada de un presidente panista a Palacio Nacional, la democracia se empezaba a imponer.

Asesinado en Lomas Taurinas en Tijuana, Baja California, al candidato presidencial del Revolucionario Institucional se le recuerda por sus discursos y lucha social.

Como aquel, en el Monumento a la Revolución el 6 de marzo de 1994, que marcó su camino como candidato presidencial.

Los políticos priistas consideran aún a Colosio Murrieta como su patrimonio, pero están lejos de la realidad.

Su herencia es canalizada ahora por Movimiento Ciudadano a través de Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo del candidato presidencial sacrificado, quien hoy gobierna la ciudad de Monterrey y es el precandidato presidencial opositor mejor evaluado por las encuestas nacionales, sólo detrás, unos cuantos puntos, de los morenistas Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum.

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Las ofrendas y los discursos de los priistas el miércoles 23 de marzo de este año apenas son un breve y lejano recuerdo de quien se perfilaba para impulsar una verdadera transformación del país. El gobierno no resolvía los problemas de fondo de los más pobres ni propiciaban la movilidad social que si consiguieron gestiones anteriores.

Colosio en 2022 ya no está en el PRI, ni lo estará en 2024.

Sigue vigente su clamor: “Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso (...) yo veo un México con hambre y sed de justicia”,

El fin del viejo priismo, que este 4 de marzo cumplió 93 años, cada día está más cerca.

 

Los otros datos de Oraculus

Javier Márquez, experto de la firma Oraculus, publicó el primero de marzo, la encuesta de encuestas que permite entender estadísticamente, el avance o retroceso de la popularidad de Andrés Manuel López Obrador.

En la jerga del medio, Márquez y su equipo generan un “Poll of polls” que se actualiza, cada vez que alguna de las encuestadoras a las que siguen, difunden resultados sobre aprobación presidencial.

Oraculus analiza los resultados de las encuestas emprendidas por las organizaciones más influyentes en el mundo demoscópico: El Financiero, Enkoll, Varela y Asociados, Reforma, Demotecnia, Buendía y Márquez, GEA-ISA, y Parametria, entre otras.

La lógica de los expertos como Márquez es producir una radiografía que muestre el comportamiento de la popularidad de López Obrador, en un modelo que “promedia” los resultados de distintos encuestadores.

A marzo 1, la fecha más cercana a la consulta sobre Revocación de Mandato, los datos de López Obrador estaban de la manera siguiente:

1.-En el entendido que no se están midiendo resultados de gobierno, sino popularidad, López Obrador va a la baja, registrando 58 por ciento en positivo y 39 por ciento en negativo.

La cifra positiva es la más baja para el inquilino de Palacio Nacional, considerando 81 por ciento en febrero 2019 y la cifra negativa es la más alta desde que inició su gestión.

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2.-Comparada su popularidad con la de distintos expresidentes y que inició su gestión el 1 de diciembre de 2018 (calculando 38 meses en el cargo), López Obrador tendría un 58 por ciento de popularidad.

Pero, en ese mismo número de meses, Ernesto Zedillo tenía un 59 por ciento de popularidad; Felipe Calderón, 57; Vicente Fox Quesada, 53 por ciento y Enrique Peña Nieto, 33 de popularidad.

No deja de ser interesante que una personalidad tan opaca como la de Zedillo, fuera porcentualmente más popular que la de Peña Nieto.

La popularidad de López Obrador no deja de ser alta, pero el desgaste sigue su curso y si el economista de Yale fue porcentualmente hablando, más popular que él, no es intocable.

En otro momento, los partidos opositores ya lo habrían aprovechado.

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*BC