A raíz del deleznable caso del bebé Tadeo, el gobierno de la Ciudad de México emitió una propuesta de reglamento para cementerios, crematorios y servicios funerarios.
La propuesta incluye reformar el Código Penal para sancionar a quien “comercialice, distribuya o traslade restos humanos sin autorización”. Empero, el problema no es la tipificación del delito, sino la impunidad del mismo.
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Lo que sí se presenta útil es la creación de un sistema de registro de inhumaciones y exhumaciones, que apoyará en el apunte cotidiano y preciso de los movimientos de entrada y salida de fallecidos en los panteones de la Ciudad.
La mejor parte de las mejoras y adiciones, sin duda es que los cementerios y crematorios se integrarán al Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la CDMX (C5).
Lo anterior quiere decir que habrá vigilancia electrónica en tales instalaciones, a efecto de identificar si hay una conducta sospechosa que deba investigarse, ya no se diga de la sustracción de un cuerpo entero, sino de la comercialización de restos humanos, como lo documentó un periodista de la Ciudad de México hace semanas.
Claro está que se requiere algo de presupuesto para combatir una obviedad, en el sentido que hay panteones con enormes huecos en sus muros que permiten el trasiego de todo lo imaginable, a cualquier hora del día o la noche.
Algunos se preguntan si esta clase de medidas podrían implementarse en Puebla, no en la lógica de la imitación sino de adoptar prácticas que sean positivas y que, además, ayuden en la prevención de actos aborrecibles como lo ocurrido con el bebé Tadeo, quien a pesar de todo sigue aquí, ganando batallas, como la de la lucha contra la corrupción en el penal de San Miguel.
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Prevenir es una buena forma de honrar su memoria.
De las anécdotas que se cuentan
Dicen los que saben que el éxito tiene muchos padres, y el fracaso es huérfano.
Y como no, particularmente cuando el dogma para combatir a la delincuencia organizada es una dieta rica en indiferencia y miopía pública.
Con un talante que por lo menos asusta por su obviedad, el senador Ricardo Monreal llegó a un diagnóstico que podría tomarse a chunga de no ser trágico: “en muchos estados la inseguridad se ha desbordado, por lo que es una asignatura que debemos atender (…) hemos revisado la estrategia de la Guardia Nacional, y en este período vamos a conversar con el Gabinete de Seguridad y sugerir de buena fe modificaciones a la estrategia para que podamos dar una mejor lucha coordinada contra la delincuencia organizada”.
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No se piense que esta innovadora conclusión es reciente.
Ya había señales de la misma desde noviembre del año pasado. “Primero vamos a revisarlo con los anexos; luego haremos una reunión plural con los grupos parlamentarios, en el marco de la Junta de Coordinación Política y luego haremos sugerencias por escrito”.
Los analistas se formulan dos preguntas respecto a los dichos que formula el senador: teniendo a un hermano como gobernador de una entidad federativa, ¿será posible que apenas se percate de la dimensión trágica de la violencia en el país?
Y, justamente siendo oriundo de una entidad que se cae a llamaradas, ¿por qué no plantea el tema con quien desayuna coyotas en Palacio Nacional?
Respecto a esas interrogantes, caben dos especulaciones: la primera es que, en Palacio Nacional le invitan a desayunar, pero no le admiten sus diagnósticos sobre seguridad pública e interior, limitándolo a hablar sobre política.
La segunda es que Monreal se percató de que no le harán caso en Palacio Nacional y busca como combatir al crimen organizado en el fondo, aunque vitoree los abrazos que se les prodigan desde 2018.
Solo el tiempo lo dirá.
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*ARD