Después de tres meses, la oposición política en Puebla aún no precisa cómo se recuperará de la humillante derrota que sufrió el pasado 2 de junio.
Mientras Morena y sus aliados actúan como el viejo PRI, de “la docena trágica” de Echeverría y López Portillo, que avasallan con sus mayorías calificadas en el Congreso federal y están a punto de aprobar un nuevo Régimen; panistas, priistas y perredistas no definen su rumbo y están aturdidos aún para entender sus derrotas, qué harán para sobrevivir y si algún día regresarán al poder.
El PAN contrató a dos empresas para que analizaron y les explicaron los motivos de su derrota el 2 de junio y qué hacer. El domingo pasado dieron a conocer los resultados a sus consejeros y fue muy pobre, tanto que la mayoría los impugnó. Los factores negativos fueron: la “mala” candidata Xóchitl Gálvez, su alianza con el PRI y no hubo unidad en el proceso.
Para la dirigencia panista, que los pagó y avaló, no hay responsabilidad de los candidatos locales a gobernador, alcaldes y legisladores; los directivos panistas son inocentes a pesar de que no apoyaron a sus compañeros con recursos y propaganda; la asignación de las posiciones plurinominales a familiares y amigos, no influyó en los resultados ni con la pérdida del poder.
Ellos están limpios de todo.
Proponen una reestructuración partidista, construir la unidad y evitar la alianza con priistas para evitar más derrotas. Van a elegir presidente y secretario general este año y hay disputa sobre si será por consulta a la militancia o designación del Consejo Estatal, que dominan Eduardo Rivera y sus simpatizantes.
En el PRI están peor, perdieron estructura y militancia, sus oficinas están vacías, su presidente, Néstor Camarillo, está más ocupado con su trabajo de senador que en atender problemas serios, como el homicidio de su tío, que fue candidato a edil de su tierra, Quecholac.
Les duele que los panistas se arrepientan de su alianza, pero no saben qué harán para regresar y tener más diputaciones, alcaldías y un día volver a Casa Aguayo. Los priístas ven por cada uno de ellos y que su partido se pudra, muchos jamás volverán.
De los perredistas mejor ni hablar, ante la pérdida de su registro, los que quedaban empezaron a buscar las puertas traseras de Morena y de Movimiento Ciudadano para volver a hacer política.
Mientras tanto, Morena y aliados, regodearse en el poder y utilizando toda su fuerza y los millones de votos que obtuvieron el 2 de junio, avasallan a su oposición en el Congreso y la próxima semana aprobarán la reforma constitucional al Poder Judicial.
En Puebla, su gobernador electo, Alejandro Armenta, prudente propone una gestión incluyente adentro y afuera de su partido y suma a su equipo a gente leal y capacitada para sacar adelante su encomienda.
Sólo que la dirigencia local no entiende la propuesta y el discurso armentista. Como ejemplo, el mitin de jóvenes el martes, que dijeron representar al menos a 10 universidades en la Plaza de la Democracia, para demostrar su apoyo a la reforma al Poder Judicial del presidente López Obrador.
El grupo de poco más de 30 estudiantes colocó lonas con la frase “Jóvenes por la reforma, democraticemos el Poder Judicial”. Un mitin no espontáneo y sólo para cumplir indicaciones de la dirigencia nacional, pero nada más.
En la realidad política de Puebla está claro que hay una mayoría dominante, que avasallara a sus opositores cuando sea necesario, mientras estos siguen noqueados y sin saber cómo volver a ganar elecciones, lo que en el corto plazo es casi imposible.
De las anécdotas que se cuentan
Ahora que el futuro secretario de Seguridad Ciudadana del municipio de Puebla, el doctor en Derecho Fernando Rosales, ha conseguido un unánime reconocimiento de propios y extraños por su capacidad y talento en la materia, olvidan que trabajó de forma cercana con el gobernador Tony Gali Fayad y fue este quien le otorgó una notaría en Cholula.
Rosales cumplirá las expectativas de García Harfuch, Alejandro Armenta y quien lo propuso, Pepe Chedraui.
No les quedará mal.
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*ARD