Crece la presión sobre el gobierno de Alemania para que prescinda por completo del petróleo y del gas de Rusia. No obstante, el país es dependiente en gran manera y la transición energética aún va para largo.
Cada día, con cada nueva noticia terrorífica sobre las masacres e invasiones del ejército ruso a la población civil en Ucrania, aumenta el malestar social en Alemania contra su gobierno por comprar combustibles fósiles a Putin.
Así mismo, como ha demostrado un estudio de la organización ecologista Greenpeace, Alemania tendrá que pagar este año a Moscú la suma récord de unos 32.000 millones de euros. Esto ha provocado indignación, pues este dinero es un financiamiento para el ejército ruso contra Ucrania.
El ministro alemán de economía, Robert Habeck, del partido los Verdes, mencionó que un corte brusco del suministro de gas pondría en peligro la paz social en Alemania, pues es un elemento fundamental para la sociedad del país germano.
Habeck ya ha intentado impulsar el suministro de gas desde otros países como Qatar y Noruega, sin embargo no ha tenido éxito. Por ello, el ministro cree que la vía más acertada es la expansión masiva de las energías renovables y por el hidrógeno como fuente de energía del futuro.
Por otro lado, el Bundesbank (banco central de Alemania) aseguró que si Alemania dejara de comprar los carburantes de manera repentina el país se sumiría en una recesión y esto pondría a miles de puestos de trabajo en peligro, lo que no es una opción.
Un embargo de las importaciones de energía rusas supondría una reducción del Producto Interno Bruto (PIB) alemán del 5% respecto a las proyecciones que hizo en marzo el Banco Central Europeo y un 2% respecto al PIB del año anterior.
Estos datos duros llegan en un momento álgido para el gobierno de coalición del canciller alemán, Olaf Scholz, que se enfrenta a una creciente tensión. Activistas climáticos protestaron frente a la embajada alemana en Bruselas contra la negativa de Berlín a cortar el grifo del gas.
Políticos y académicos llevan semanas debatiendo qué consecuencias tendría el embargo para la economía alemana, y cómo prepararse para seguir funcionando sin los hidrocarburos que controla el Kremlin.
El miedo a un descalabro económico como el que ahora plantea el Bundesbank ha hecho que Alemania, junto a Austria y Hungría, haya sido uno de los países contrarios a incluir el embargo energético en los sucesivos paquetes sancionadores que ha ido aprobando Bruselas.
El calendario que maneja Scholz, anunciado antes de acordarse el quinto paquete de sanciones, es el siguiente: el país podría prescindir del carbón en verano; del petróleo a finales de año y del gas a mediados de 2024.
Otro punto importante es el incremento de los precios que traerá la transición que plantea este calendario del canciller. En este momento el país ya ha pulverizado su récord de inflación desde la reunificación, al situarse en marzo en el 7,3%.
Se espera que durante estos cortes energéticos la inflación en Alemania se dispare otro punto y medio porcentual, con ello el país enfrentaría una economía estancada y un alza desmedida en los precios de los productos.
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