Los Niños Héroes y la sangrienta defensa del Castillo de Chapultepec
Los Niños Héroes fueron un grupo de cadetes mexicanos que murieron en la Batalla de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847 durante la Intervención estadounidense en México.
En 1947 se deformó los hechos en distintas etapas con fines nacionalistas para destacarlos, mucho de lo cual se erigió bajo la forma de un mito heroico.
Los seis cadetes fueron:
- Fernando Montes de Oca (Edad al morir 18 años). Murió en el marco de una puerta la cual defendía, en la cual cayó cuando un soldado estadounidense logró pasar por una ventana y matarle por la espalda.
- El cadete Francisco Márquez (Edad al morir 12 años). Murió en el Castillo cuando un grupo de soldados se le acercó conminándolo a rendirse, pero él disparó a uno, a quien mató para luego ser asesinado por los tiros de otros.
- El teniente del Cuerpo de Ingenieros Juan de la Barrera (Edad al morir 19 años con 3 meses). Murió en la defensa del hornabeque ubicado al Sur del cerro, en donde luego fueron encontrados seis cadáveres que fueron identificados como los Niños Héroes.
- Juan Escutia (Edad al morir 20 años). Según el historiador José Manuel Villalpando no era cadete, como se ha demostrado en un estudio reciente, sino seguramente un soldado del batallón de San Blas. Su nombre completo era Juan Bautista Pascacio Escutia Martínez. Murió en la ladera poniente del cerro, ubicado como tirador en lo alto del acantilado, donde fue herido por una bala y cayó, quedando sobre una roca, a la cual le fue colocada una placa conmemorativa en 1970.
- El cadete Vicente Suárez (Edad al morir 14). Murió en su puesto de centinela en la escalera de honor peleando a bayoneta contra los estadounidenses.
- El cadete agregado Agustín Melgar (Edad al morir 18). Murió al día siguiente. Este se había parapetado detrás de unos colchones en el dormitorio del colegio donde, acabado su parque, dispuso su bayoneta en el fusil y se lanzó a la lucha cuerpo a cuerpo, de donde resultó herido de varios disparos y bayonetas.
Estos seis cadetes y otros 40 habían recibido la orden de Nicolás Bravo de abandonar el Castillo de Chapultepec, por entonces sede del Colegio Militar, y sus alrededores. Sin embargo, decidieron quedarse a defender la plaza ante el avance del Ejército de los Estados Unidos.
Diversos pasajes de ese relato se han colocado en el imaginario social como hechos auténticos sin tener sustento histórico alguno, entre los que se cuentan la participación de los seis cadetes en el hecho de armas, de lo cual solo se tiene plena certeza en el caso de Melgar, Montes de Oca y Suárez.
Asimismo, dentro del mismo relato heroico y con el paso de los años y muchas décadas después, fueron incluyéndose detalles ficticios, tales como que estos cadetes fueron los últimos en morir en la batalla, que ante la carencia de municiones mataron a bayoneta calada a soldados estadounidenses.
Quizá el relato más popular en México, que Melgar, luego Montes de Oca y finalmente Juan Escutia al ver perdido todo, se lanzó al vacío envuelto en la bandera mexicana para impedir que los estadounidenses se apoderaran de ella y murió en los riscos de las faldas del cerro de Chapultepec.
Invasión norteamericana
Luego de ser solicitada la entrada a la Federación Estadounidense del estado de Texas por parte de los colonos y emigrantes ilegales anglosajones que la habían separado de la República Centralista Mexicana en 1837, bajo el pretexto de solicitar su separación del estado de Coahuila y Constitución como un estado federado y por ende de la restitución de la Constitución Federal Mexicana de 1824 y que para el momento se había proclamado como la República de Texas, el gobierno mexicano rompió relaciones con Estados Unidos al declararse su ingreso a la Federación Estadounidense.
Es entonces que el gobierno norteamericano mandó tropas a la zona norte del Río Bravo para asegurar la franja de territorio que estaba en disputa entre el estado de Texas y el gobierno mexicano, ya que este último sólo reconocía como frontera el río Nueces ubicado más al Norte. Estas tropas crearon una serie de fuertes en la zona, en la cual se darían varios encuentros con patrullas del Ejército del Norte del Ejército Nacional Mexicano.
Es así como el gobierno estadounidense renueva sus solicitudes al gobierno mexicano para pactar la venta de los territorios del norte de México, pero al recibir las negativas de éste, empieza una serie de preparaciones gubernamentales y privadas como fueron la toma de San Francisco en 1845 y la inmigración ilegal de miembros de la Iglesia Mormona al Lago Salado que pertenecía al territorio mexicano de Nuevo México en 1846 y que posteriormente se convirtió en el territorio de Utah.
Declarada la guerra por parte de Estados Unidos el 25 de julio de 1846, luego del Sitio de la Fortaleza Texas al norte del Río Bravo, y por parte de México el 23 de mayo de 1846, se iniciaron una serie de expediciones por parte del ejército regular de los Estados Unidos en los territorios del Norte para apoyar las insurrecciones que emigrantes ilegales anglosajones realizaron en varios de los pueblos mexicanos de California y Nuevo México, declarando el territorio como repúblicas independientes para su inmediata anexión a los Estados Unidos.
Debido al bajo número y la poca preparación de las fuerzas mexicanas, estas expediciones fueron exitosas, pero para poder asegurar la posesión de los territorios debieron empezar con expediciones sobre las ciudades de Monterrey y la ciudad de México, para evitar el envío de fuerzas regulares al norte.
En este momento, el ejército norteamericano bajo el mando de Winfield Scott, tomó el puerto de Veracruz y continuó por el camino que llamaron la Ruta de Cortés.
Como respuesta, el Ejército Nacional fortifica el Peñón de los Baños, ya que para la fecha era la entrada natural al oriente de la ciudad entre los lagos de Texcoco y Xochimilco, pero las fuerzas estadounidenses toman el camino más largo, rodeando por el sur la Sierra de Santa Catarina, lugar donde se darían la Batalla de Churubusco y la Batalla de Padierna.
La defensa del Castillo de Chapultepec
Considerando que en esa época la ciudad de México estaba fortificada por una serie de canales y puertas que servían como aduana de la ciudad, la entrada más adecuada era por Chapultepec ya que el terreno estaba para la época seco (al contrario del Norte, Oriente y Sur donde aún había lagos y zonas pantanosas).
Por lo tanto, el gobierno hizo fortificar el cerro de Chapultepec que para la época servía como almacén de pólvora y Colegio Militar mientras que la fábrica de pólvora de Santa Fe fue desalojada para evitar un ataque a la misma aunque luego fue destruida por las fuerzas estadounidenses.
Como las instalaciones del Colegio servirían de cuartel general, el coronel Nicolás Bravo ordenó desalojar a los cadetes que en sus diferentes grupos tenían edades comprendidas entre los 12 y 19 años.
Muchos obedecieron, otros fueron llevados por sus familias y sólo 46 cadetes solicitaron quedarse para defender su plantel.
A este grupo se unieron varios cadetes recientemente graduados, los cuales aún no recibían una asignación en el Ejército Nacional, además de 19 miembros de la administración incluidos el director, instructores, maestros, y hasta el despensero del plantel militar.
En septiembre de 1847, varios grupos del Ejército del Norte que se había retirado bajo las órdenes de Antonio López de Santa Anna se fortificaron en los alrededores del bosque y cerro de Chapultepec.
El ejército estadounidense mientras tanto tomó el palacio del Ex Arzobispado en Tacubaya como base de operaciones y llevó a cabo parte del proceso marcial contra los integrantes del Batallón de San Patricio.
El día 11 avanzaron y tomaron la Casamata ubicada al poniente del bosque, el día 12 bombardearon el Castillo de Chapultepec y otras posiciones y finalmente, el 13 de septiembre, la infantería estadounidense tomó por asalto el Castillo desde el Cur y el poniente del cerro, del cual se habían apoderado por la tarde, avanzando hasta la Garita de Belén, donde fueron detenidos por las fuerzas mexicanas que se habían replegado a La Ciudadela para preparar la defensa de la ciudad, pero en la noche recibieron la orden de abandonar la ciudad por parte de Santa Anna, quien no había participado en la batalla.
El ejército estadounidense finalmente tomó el control del Castillo de Chapultepec, arriando la bandera mexicana del colegio.
El 15 de septiembre, ya tomada de forma pacífica la ciudad de México, el ejército estadounidense buscó a los heridos tirados en el campo de batalla, reúne los cuerpos de sus muertos, y permite lo mismo a civiles y prisioneros de guerra mexicanos quienes usan las trincheras como tumbas comunes ya que muchos de los combatientes estaban lejos de su lugar de origen.
Por su parte, Estados Unidos sepultó a sus muertos en un terreno ubicado en las esquinas de Circuito Interior y Calzada de Tacubaya, el cual es declarado como un parque memorial por el gobierno estadounidense y hoy en día forma parte de la embajada de los Estados Unidos.
La otra historia
El pasaje más recordado de lo ocurrido el 13 de septiembre de 1847 es lo que se conoce como la Gesta Heroica de los Niños Héroes, en referencia a la defensa que seis cadetes del Colegio Militar hicieron, negándose a rendirse ante el invasor y perdiendo la vida en el intento.
Cada 13 de septiembre se recuerda la hazaña de Juan Escutia, Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Vicente Suárez, Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca.
Pero una de las historias poco conocidas o recordadas sobre los Niños Héroes, ocurrió 100 años después de la batalla de Chapultepec.
En 1947 el presidente estadounidense Harry Truman visitó México. Su visita causó polémica pues ocurrió exactamente un siglo después de la invasión a nuestro país.
Miguel Alemán era el presidente de México y le tocó enfrentar un gran descontento por la visita de Truman, quien para tratar de agradar colocó una ofrenda floral en el antiguo monumentos de los Niños Héroes.
Durante su discurso, Truman señaló que: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”.
A los mexicanos no les gustó ni el discurso ni las flores del estadounidense, a tal grado fue el descontento que durante la noche, cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda y la arrojaron a la embajada de Estados Unidos.
En ese contexto se dio un hallazgo un tanto inverosímil: investigaciones de 1947 hechas por el Ejército Mexicano, las cuales carecen de respaldo documental público y de protocolo científico, identificaron siete cráneos en los llamados Ahuehuetes de Miramón como los de los cadetes, los cuales fueron colocados por medio de ceremonias oficiales en el Altar a la Patria, un monumento en las faldas del castillo, junto a los del coronel Felipe Santiago Xicoténcatl. No existe certeza científica de que estos restos pertenezcan, en efecto, a los cadetes.
“La supuesta autenticidad fue apoyada por varios historiadores y por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Nadie se atrevió a contradecir la ‘verdad histórica’, avalada por el Presidente, con un decreto donde declaró que aquellos restos pertenecían indudablemente a los niños héroes.
*BC